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Ese trabajo es una locura

una locura el trabajo

«Ese trabajo es una locura!». «Está la cagada en la pega!».

¿Cuántas veces oiste esto? ¿Cuántas veces lo dijiste tú mismo? Probablemente muy seguido.

Para muchos, esa «locura» ahora es algo normal. Pero ¿Por qué?

Hay una avalancha de distracciones físicas y virtuales, que en tiempo real, convierten la jornada laboral en una serie de pequeños momentos de trabajo fugaces.

Si a esto le agregamos una tendencia a la colaboración excesiva y una obsesión enfermiza por el crecimiento no rentable a cualquier precio, tenemos los elementos básicos para una situación de ansiedad y… locura.

No es de extrañar que hoy se trabaje más tiempo, más temprano, más tarde, los fines de semana y siempre que tenga un momento libre. Ya no se puede trabajar en el trabajo.

El trabajo se lleva por delante la vida. La vida se ha convertido en las sobras del trabajo. Los restos. Las sobras.

Eso no está bien. Es inaceptable.

Lo que es peor es cuando las largas horas, el exceso de trabajo y la falta de sueño se convierten en una insignia, una condecoración para muchos. El agotamiento sostenido no es una jineta, más bien es la marca de la tontera. Las empresas que obligan a su personal a este trato están haciendo el ridículo a costa de sus empleados.

Y no se trata sólo de las organizaciones: los individuos, los contratistas y los empresarios en solitario viven agotados de la misma manera.

Se podría pensar que con todas las horas que la gente está trabajando, y la promesa que se achaca a la tecnología, la carga sería menor. Pero no es así. Se está volviendo más pesada.

Pero la cuestión es que, de repente: no hay más trabajo que hacer. El problema es que apenas hay tiempo ininterrumpido y dedicado para hacerlo.

¿Trabajar más pero hacer menos? No tiene sentido. Pero así es: suma una mayoría de tiempo desperdiciado en cosas que no importan.

Muchas empresas modernas parecen ser excelentes en una cosa: perder. Perder el tiempo, la atención, recursos, la energía.

De las 60, 70, 80 horas semanales que se espera que muchos dediquen al trabajo, ¿cuántas de esas horas se dedican realmente al trabajo en sí? ¿Y cuántas se desperdician en reuniones, se pierden por distracciones y por prácticas empresariales ineficientes? La mayoría.

La respuesta no es más horas, sino menos tonterías. Menos desperdicio, no más producción. Y muchas menos cosas que induzcan a la distracción, a la ansiedad permanente y al estrés.

El estrés es una infección que se transmite de la organización al colaborador, de colaborador a colaborador, y por último de colaborador al cliente. Y el bicho está mutando a resistente a los tratamientos tradicionales. La misma medicina de siempre sólo lo empeora.

Y recuerda, el estrés no puede contenerse. Nunca se detiene en el límite del trabajo. Siempre se traslada a la vida. Infecta tus relaciones con tus amigos, tu familia, tus hijos.

Las promesas no paran de llegar. Más trucos de gestión del tiempo. Más formas de comunicación. Más información repartida en plataformas distintas y lugares dispares. Nuevas exigencias para prestar atención a más y más conversaciones en tiempo real que ocurren todo el tiempo en el trabajo. Cada vez más rápido, ¿para qué?

El servicio a la carta es para las películas, los programas de televisión y los podcasts, no para ti. Tu tiempo no es un episodio recordado cuando alguien lo quiere a las 10 de la noche de un sábado, o cada pocos minutos en la colección de conversaciones de la sala de chat de la cinta transportadora que se supone que estás siguiendo todo el día.

Si es una locura constante en el trabajo, hay tres palabras para ti: A la mierda. Y dos más: Ya basta.

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